El 5 de septiembre de 2004
en Loreto (Italia), Juan Pablo II beatificó al ingeniero italiano Alberto
Marvelli (1918-1946), un ejemplo para los jóvenes y los políticos. El Papa lo
definió como el «ingeniero de la caridad»: Alberto Marvelli era un joven
y como joven se hizo santo; de esta forma nos recuerda que la juventud no es la
edad de la irreflexión, ni la edad del tiempo para quemar y desperdiciar, no es
la edad de los caprichos y de las diversiones (explicó monseñor Angelo
Comastri). La juventud es el tiempo más bello en el que se puede hace el bien.
San Felipe Neri decía a los jóvenes de su tiempo: «¡Dichosos ustedes,
jóvenes, que tienen tanto tiempo para hacer el bien!». Alberto Marvelli lo
había comprendido y recuerda a los jóvenes precisamente esta verdad.
También era un joven
cristiano comprometido en la política, donde dejó un signo de limpieza, de
transparencia, de dignidad, de corrección, que es un gran mensaje para los
políticos de hoy. Se puede estar en política y se puede ser santo, y este es un
grandísimo mensaje que viene de la vida de Alberto Marvelli.
Originario de Ferrara
(Italia), donde nació el 21 de marzo de 1918, Alberto era el segundo de los seis
hijos de Alfredo, empleado bancario, y María, comprometida en las damas de la
caridad, las mujeres de Acción Católica y el Oratorio salesiano; su madre fue
fundamental incluso en su crecimiento espiritual. Así Alberto también participó
en el Oratorio salesiano y en la Acción Católica, donde maduró su fe con una
opción decisiva: «Mi programa de vida se resume en una palabra: santidad».
De carácter fuerte y
decidido y amante del deporte, en especial el ciclismo, Alberto oraba, impartía
catequesis y demostraba celo apostólico, caridad y serenidad. Eligió como
modelo de vida juvenil a Pier Giorgio Frassati (1901-1925), beatificado por
Juan Pablo II en 1990.
Finalizados sus estudios
universitarios en ingeniería mecánica en 1941, Alberto se tuvo que alistar en
el ejército, puesto que Italia estaba en guerra —conflicto que él condenó con
firmeza—. Fue dado de baja por tener tres hermanos en el frente. Trabajó
entonces durante un breve período en la empresa de automóviles FIAT de Turín.
Tras los acontecimientos que llevaron a la caída del fascismo y a la ocupación
nazi del territorio italiano en 1943, Alberto regresó a su casa de Rímini.
Sabía que su misión era convertirse en obrero de la caridad.
Desarrolló una gran labor de
ayuda a los pobres en la segunda guerra mundial y fue uno de los protagonistas
de la reconstrucción post-bélica de su ciudad. Fueron tiempos en los que se
privaba incluso de sus zapatos para dárselos a los necesitados y se desplazaba
constantemente en bicicleta desde la ciudad a los lugares donde se ocultaban
los refugiados para llevarles alimentos y consuelo espiritual, según declararon
testigos en el proceso de beatificación.
Durante la ocupación nazi,
Alberto también logró salvar a muchos jóvenes de la deportación. Después de la
liberación de la ciudad el 23 de setiembre de 1945, al constituirse la primera
junta del Comité de liberación, entre los asesores figura el futuro beato, con
26 años. Se le encomendó poner orden en la concesión de viviendas en la ciudad
y después el área de la reconstrucción, como colaborador del Ente de Ingenieros
Civiles. Alberto escribió: «Servir es mejor que hacerse servir. Jesús sirve».
En 1945 el obispo le llamó a
dirigir a los Profesionales Católicos. Su compromiso se sintetizó en dos
palabras: cultura y caridad. También fundó una Universidad popular y abrió un
comedor para pobres, donde él mismo les servía y escuchaba sus necesidades.
Como cofundador de la Asociación Católica de Trabajadores Italianos, formó una
cooperativa para los que se dedican a la construcción.
Demostró un auténtico amor
hacia la Eucaristía, con la que mantenía una relación continua. De ahí sacaba
fuerzas para realizar su trabajo de redención y liberación, capaz de humanizar
la faz de la Tierra.
Al anochecer del 5 de
octubre de 1946, mientras se dirigía en bicicleta a un comicio electoral —era
uno de los candidatos para la elección de la primera administración comunal—,
un camión militar lo atropelló causándole la muerte. Alberto Marvelli tenía
entonces 28 años. Toda Italia lloró su desaparición.
En la historia del
apostolado de los laicos, la figura de Alberto Marvelli se presenta como la de «un
precursor del Concilio Vaticano II en lo que se refiere a la animación y el compromiso
apostólico de los laicos en la transformación cristiana de la sociedad»,
reconoce la Santa Sede. El 7 de julio de 2003 se promulgó en presencia de Juan
Pablo II el decreto de reconocimiento de un milagro atribuido a la intercesión
del joven, abriéndose las puertas a su beatificación el 5 de setiembre de 2004.
1 comentario:
Qué gran ejemplo para todos los jóvenes que tienen acceso a los estudios universitarios!
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