Vicente Vilar David tuvo como marco histórico de su vida la última década del siglo XIX y las cuatro primeras décadas del siglo XX, años caracterizados por fuertes contrastes e inestabilidad política, así como acusadas transformaciones socio-económicas, que desembocaron en la proclamación de la república (1931-1936) y la guerra civil (1936-1939). En este clima y circunstancias ambientales concretas se desenvolvió la vida de Vicente Vilar David, que como seglar católico supo dar respuesta válida a las necesidades sociales y eclesiales de su tiempo.
Nació en Manises (Valencia) el 28 de junio de 1889. Sus padres fueron Justo Vilar Arenes y Carmen David Gimeno. Fue el último de ocho hermanos. Recibió al día siguiente de su nacimiento el bautismo en la iglesia parroquial de San Juan Bautista de manos del sacerdote Nicolás David Campos, primo hermano de su madre. Vivió y fue creciendo en el ambiente de un hogar cristiano, saturado de virtudes cristianas y un gran amor al prójimo.
El 1 de abril de 1898 el cardenal Ciríaco Sancha y Hervás, arzobispo de Valencia, le administró el sacramento de la Confirmación. Y el 24 de abril de 1900 el cura párroco, José Catalá Sanchis, le dio la primera comunión.
Cursó la enseñanza primaria en su pueblo natal. De su maestro, Buenaventura Guillem, recibió ya los cimientos, en los que se edificaron los valores cristianos y humanos, que constituyeron su personalidad. Realizó sus estudios de segunda enseñanza en el colegio de los padres escolapios de Valencia, y los de ingeniero industrial en la escuela superior de Barcelona. Durante estos años sobresalió por su dedicación al apostolado seglar.
Contrajo matrimonio con Isabel Rodes Reig, el 30 de noviembre de 1922; desde entonces se dedicaron ambos con gran entrega al apostolado de Manises.
Al fallecer su padre y terminados los estudios de ingeniería industrial tomó la dirección de la empresa de cerámica, llamada “Hijos de Justo Vilar”: aquí ejerció con su acción seglar ejemplar el campo principal de apostolado. Especialmente en el aspecto social, sembrando siempre armonía de ánimos, buscando la paz en las desavenencias y logrando que se llegara a acuerdo.
Destacó en el respeto, la educación, la caridad en el trato con los operarios. Fue correspondido con el cariño de todos los suyos, que vieron en él al amigo entrañable que remediaba constantemente sus necesidades y compartía sus legítimas aspiraciones de superación social, personificando la imagen entonces perfecta del patrono católico. Al regresar de Barcelona a Manises traía consigo ideas de renovación en el campo de la cerámica y la ilusión de buscar los medios para hacerlo realidad.
La fundación de la escuela de cerámica, poco después, mostraba una visión de futuro, ya que con ello se conseguía la actualización industrial de la cerámica para competir en el ámbito internacional. El celo de Vicente Vilar no se limitó sólo al ámbito del trabajo, sino también al campo de la vida parroquial, como catequista, miembro de las asociaciones eucarísticas y colaborador incondicional del cura párroco.
Al implantarse el régimen de persecución a la Iglesia, con la república, en 1931, Vicente Vilar ayudó a los sacerdotes a salvar la situación apostólica, por ejemplo, en el campo de la enseñanza religiosa y parroquial, así como en otras organizaciones parroquiales. Para llevarlo a cabo hizo posible la fundación del Patronato de Acción Social. En agosto de 1936, en plena efervescencia de la persecución religiosa, fue destituido como secretario y profesor de la escuela de cerámica, por su condición de católico.
En aquellas fechas críticas, fue la ayuda de todos y el sembrador de alegría y paciencia cristianas. Sus mismos trabajadores en aquellos momentos difíciles le protegieron, demostrando así su aprobación a la conducta social y cristiana que con ellos siempre había mantenido. Su condición de católico y apóstol era difícilmente perdonable en aquellos días de persecución religiosa. En la noche del 14 de febrero de 1937 ante un tribunal reafirmó su condición de católico, afirmando que era este el título más grande que tenía.
Fue asesinado inmediatamente, mientras perdonaba a todos, especialmente a los mismos que le martirizaron.
El sentir general desde el primer momento es que fue asesinado únicamente por su condición de católico y celoso apóstol, especialmente en el campo social. Nunca tuvo afiliación política alguna. Sus restos mortales se veneran en la iglesia parroquial de San Juan Bautista de Manises.
Fue beatificado por el Papa Juan Pablo II el 1 de octubre de 1995.